Dar en su justo valor, no es ni falta de lealtad ni justicia en el sentido moral. Aunque sea, eso sí, absurdo según el mundo. Es sencillamente un modelo apropiado para todas las circunstancias de la vida. Es la medida por la que se reconoce la bondad de unos a otros. Al contrario, un juicio justo, al parecer, sólo cita a la práctica dicha bondad. Pues, en sentido figurado, lo que puede sugerir un hermoso ideal en una cruenta tragedia, para un niño es una realidad que produce un rumor extraño en un mundo insensible. Y con todo, la paciencia servicial no admite límites caritativos. Es más, vuelve cada día a dar sin perjuicios, en un estado habitual de imperfección. Incluso entre faltas y confusiones, a veces malvadas y crueles. Por eso no duda ante preferencias personales que no sirven de nada, ni retrocede ante conflictos inherentes a semejante causa. Por lo que, dar es también ceder y sufrir un dolor inexpresable ante la prueba. Es soportar bajo una tierna mirada las lágrimas de un cielo desconocido en un mundo en llamas. Así, sin excepción y sin reserva, en favor de todos. A sabiendas que, alimentar sentimientos de odio a los enemigos, dispensa incorrectamente la imposición por medio de un egoísmo encubierto. En suma, dar;
es vencer el mal con el bien.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 150 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.