El amor invisible reconoce la autenticidad de cada persona, y soporta con paciencia las contrariedades de la vida. Lo mismo que, en contraste con la literatura universal, el lenguaje del profeta comunica el juicio de Dios sobre una situación determinada. De tal forma que, necesita a los demás al igual que a sí mismo para descubrir su presencia. Es decir, experimentarlo también en el cuerpo para seguir caminando con confianza y serenidad, fiel a la verdad. Por eso, el lenguaje que emplea suele ser un lenguaje de denuncia en medio de la desgracia. Si bien, en este momento, el designio de grandes posturas y la corrupción de todo poder, se confronta con una sociedad justa, solidaria y fraterna. Por consiguiente, la promesa de un futuro mejor está siempre presente si es que nos decidimos a cambiar de verdad. Por tanto, que surjan dificultades en las legislaciones de los primeros tiempos es precisamente comprensible históricamente. Pero tratar de corregir eso ahora y proteger a los pobres parece inútil. De hecho, la división de autoridad todavía cercana, aumenta la discordia entre unos y otros. Lo mismo que en la literatura profética se hace indeseable al que viene de fuera, con su historia tasada por medio de una ironía discreta. Es más, aunque el llanto sigue en nuestro tiempo, ya no tiene un lugar principal en las notificaciones oficiales. No obstante, en tanto que las personas de buena voluntad se lamentan, las tristes verdades se desvanecen bajo un mismo cielo azul. Así, el amor invisible;
actúa y produce alimento cada día.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 124 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.