Hasta que mis palabras no recobraron vida no comencé a conocerme. Allá donde hablar era un reto y la corriente de las circunstancias iba por detrás de mis deseos. Palabras diseñadas para producir sueños que en nada cambiaban las cosas que yo quería ver. Aunque entonces no tenía muy claro el poder de las palabras, y hablar de acuerdo a lo que estaba atravesando podía resultar peligroso. Visto que, en función de como una persona hable en medio de la tribulación tanto se le confiará cuando salga de ella. O bien, dicho de otra forma, las palabras son llaves que abren puertas para que haya expresiones espirituales en el tiempo. En todo esto, el lenguaje es un medio clave en el conflicto y la paz depende de las palabras que se utilicen para cambiar lo que meramente es temporal. Así que percibí los tiempos para hablar y para saber hablar, por compasión más que por indiferencia, hasta restaurar las palabras silenciadas por las heridas ocultas en mi corazón. Palabras como expresión de vida que se convierten en un canto de adoración a Dios, cuando hago memoria y escucho su voz en los momentos de tribulación.

Maria Carme Rafecas Casas

28 de septiembre de 2019, Vilafranca del Penedès (Barcelona). España.