Ocupaciones en parte, elegidas para hacer el bien en el mundo, sin que por eso alteren la paz interior en las circunstancias presentes. De modo que en el cumplimiento de las labores, no sobrevenga negligencia ni cobardía que sea apta. Y eso tanto en los acontecimientos más importantes, como en los mínimos detalles en apariencia. Es más, si este es verdaderamente el sentido del misterio, todo pasa como una suave atención por el rostro del alma sensible. Esto es, creer y saber que, en horas oscuras ausentes de color, la intimidad proyecta cuidadosamente los abismos de la luz, delante de los ojos soñadores. Lo mismo que, en sentido figurado, las manos colmadas de rosas, elevan una porción mejor en el silencio oculto de mil felicidades ausentes. Y aunque todo eso es realidad en este momento, tal vez escapa a las miradas ajenas de privaciones. Por lo que, contemplar el rostro de la sombra, aun cuando se dará en el cielo, comienza y acaba en la oración y el trabajo de nuestros días, hasta el fin. Si bien, guardadas las debidas proporciones, las declaraciones más íntimas del amor se unen discretamente en todas sus dimensiones. Así, en el más profundo recogimiento, vemos la base y el origen de la unión espiritual. A saber, ocupaciones;
que no terminan, una vez contraídas.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 149 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.