La minoridad, generalmente hablando, encarrila la vía bajo la divina providencia. Esto es habituarse a ser el menor ante los demás, igual que ante la nada de uno mismo. O bien, dicho en otras palabras; es algo así como intervenir en la mudanza de la propia vida, aun cuando esta disyuntiva ordena la transformación del corazón y la conexión del enlace. Así, apenas sin nada, observamos que todo lo que nos rodea y nos sucede proviene de lo Alto. Por ello, estas condiciones son determinantes en la actitud que nace del Amor, llena de infinitas posibilidades la vida, e impulsa a amar a los demás. Entonces, la correspondencia se eleva a las alturas por un encuentro fortuito e inopinado que cala en lo más hondo del ser humano. Ahora bien, en tal difícil tesitura, no escasea tampoco el resentimiento de iguales ante dicho cambio de paradigma. Es más, tras los inexplicables trayectos de este mundo, una no sabe ni qué decir. Y, sin embargo, en este halo de misterio, el desconocimiento nos hace conscientes de cómo apreciar los valores. Eso que nadie puede contarnos en detalle para escapar de los peligros, por más que las personas y las cosas que están en conexión con nuestra vida mística, nos faciliten o dificulten la instrucción. A saber, por medio de la minoridad;
profundamente sensible y penetrante.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 143 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.