La puerta abierta fue la ocasión perfecta de expresarse como apertura por la gracia de su sensibilidad. Esto es, el principio práctico de ir siempre allí donde se abre el paso para hallar la certidumbre de una cosa. Algo así como experimentar en sí mismo un nuevo ser que se ha mudado de tienda. De tal forma que ante el amor a la libertad, se compenetra el deseo apasionado y la paciencia expectante, afín al sentido del orden. O bien, dicho en otras palabras: se aviva la ley sin apagar el alma. Aunque puede haber intervalos en que la libertad esté amenazada y trayectos en que la ley esté perseguida. En tal caso, el talento legislativo se ajusta a la observación en tanto que la libertad del espíritu toca el sentimiento. Es más, esa gran vista es verdadera, real y auténtica porque se advierte que es buena y nunca desiste de su empeño en estimar. Entonces, acá, ¿quién habla? Pues, si el texto cobra sentido mediante las palabras que son su expresión, peculiar es quien transforma su vida como oyente del relato. Con todo, en este cometido también existen interferencias que ayudan de tiempo en tiempo a reemprender la orientación de un interior confuso. Es un momento muy delicado. Un punto de tránsito hasta hallar el orden y reiniciar la actividad. Allá donde el corazón y el comportamiento se transforman. Vencidas, ya, todas las dudas y reticencias. Esto es, la puerta abierta;
un reto más profundo que velas y promesas.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 133 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.