La música de la vida nos ayuda a apreciar los sonidos, los ruidos y también los silencios. Así, las notas que parecen disonantes, pueden convertirse en parte de una bonita canción. Lo mismo que cuando una nota se enfría, comienza a vibrar otra distinta. Porque la vida es todo lo que se pueda experimentar, y cada día viste un himno secreto. Pues, ¿Acaso la armonía universal puede carecer de belleza sin ton ni son? ¿Acaso pueden marchar dos acordes sin canción? Más aun, ¿Puede sonar el toque de queda sin que se estremezca la ciudad? Entonces, ¿Quién no temerá por su designio, cuando no se advierte ya en el pueblo la música de la lira? Tal vez por eso, sólo vivan tranquilos los que vocean contra la corrupción de los jueces. Pues bien, he aquí un territorio oprimido por tergiversar derecho por sinrazón y justicia por pena. En tal caso, ¿Para qué sirve conquistar la nación con la propia fuerza, si el enemigo acaba cercando el país íntegro? Esto es como una sílaba repetida que carga con aquellas cosas dolorosas que necesitamos expresar. Y, aunque nuestros sentimientos y nuestras necesidades nos llevan a defender exclusivamente nuestros propios intereses, bailamos al compás de lo que nos toca vivir a todos. En cambio, la música de la lira acerca los oídos al canto espiritual para reconocer que, cuando aparece una pieza nueva en la composición, la música de la vida;
escucha con el corazón.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 126 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.