Un ideal imposible suscita un anhelo inalcanzable en la tierra, aunque posible en el cielo. Por eso, cada vez que nos disponemos a hacer algunas renuncias, queda un espacio vacío de un tiempo a otro que dificulta nuestro abandono. Entonces, ¿con qué se llena ese intervalo para que se convierta en algo provechoso? O bien, dicho en otras palabras; pese a que soñamos con cambiar el mundo, ¿somos conscientes de que la superficie no concede la felicidad completa? Y sin embargo la luz alumbra el muro de cualquier persona, sin importar la suntuosidad de su estancia. Así, se coloca en su interior e impregna de luminosidad el ser. Aunque, sin duda, lo único que puede llenar la inexistencia es el amor que respira. Esto es como existir y respirar. Ahora bien, en la carencia se contempla su delicadeza en cuánto más se atiende a su palabra. Es decir, más que a la propia mente. Igual como, en sentido figurado, nace un sentimiento verdadero de gratitud en una habitación vacía. Por el contrario, la esencia de la persona que se contempla a sí misma, se queda a ras de suelo. Es más, termina por creer que la ornamentación de su paradero alimenta su dimensión espiritual. Por consiguiente, a sabiendas de que la soberbia no brinda la perfección de la meta, nos hacemos capaces de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida diaria, aun sin estar acabadas por completo. En definitiva, un ideal imposible;
en los tiempos contemporáneos.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 123 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.