Acción de gracias que impulsa a buscar magia detrás de un sueño nuevo, aun cuando somos pedacitos de un universo sin límites. Si bien, tal pretensión es absurda si nos arrastra a sospechar que el mundo gira alrededor nuestro. Por eso, la debilidad se rebela cuando reclama ser el centro de todo. En cambio, la misma nada procura destruir su soberbia para liberar a muchos sufrimientos vanos. Esto es, como una luz más que gira alrededor de esta humanidad inmensa para corresponder a tal merced. Así, la indulgencia conduce todas sus acciones hasta la muerte. O bien, dicho en otras palabras, el mundo avanza en tanto que las estrellas fugaces caen y el destino llega a su fin. Hasta el punto de trascender las cosas de la tierra, al descubrir al Cielo, infinitamente más grande, que refleja en ellas. Porque toda experiencia de amor sincero es una centella de ánimo que brilla en este mundo. De tal forma que se hace presente la vida en las relaciones humanas. Entonces, si dedicamos tanto tiempo a los elementos de este mundo, ¿por qué no dedicar tiempo exclusivamente para el Creador? Es decir, con los ojos cerrados en la intimidad más escondida, buscándolo en la vida para que actúe en silencio. Ardiendo en su pasión todo cansancio para cumplir con valentía el cometido, aun de manera imperfecta y limitada. De aquí la preferencia por celebrar la vida con acción de gracias;
tras muchos días de lluvia apacible y sosegada.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 120 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.