La vida es bella, tal como es, con sus imperfecciones y carencias. Porque dónde está presente siempre hay un futuro posible. Es como una luz que nos lleva a tomar decisiones en el curso de la historia. Es decir, no describe los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetiza hechos que se prolongan en el tiempo, en un proceso y con una duración no establecida. Por tanto, la clave de la lectura comprensiva ha de ser de carácter simbólico. Esto es, cuando uno ama y valora más lo que tiene y no tanto lo que no tiene. Así, el valor afectivo o moral es más importante que su valor material. En cambio, si uno ama mucho lo que no tiene y poco lo que sí tiene, estará continuamente descontento. Por esta razón, la superficialidad, la incoherencia y el vacío también se encuentran en el interior humano, condicionando al hecho de que acepte o no lo que el mismo mensaje pide: responsabilidad. Si no, diseminará sus errores por la sociedad. Aun así, la luz de la Esperanza es capaz de sentir maternalmente los sufrimientos e ilusiones de todos individuos, así como todo tipo de guerras que sacuden al mundo contemporáneo. En ese sentido, ayuda a vencer la amenaza del perverso que tan fácilmente se arraiga al extraño de la conciencia del bien y del mal, y que con sus efectos se dan toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional. En conclusión, la vida es bella;
con sus valores y sus límites.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 110 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.