El fin de la guerra une la consecución de un objetivo al de una finalidad. Es el medio que nos da el panorama concreto de la vida, y por tanto, de la existencia. Por lo que ambos aspectos permanecen siempre unidos, igual que en el simbolismo un cántaro de vino lo está por medio del agua. O bien, dicho en otros términos; la guerra está vinculada al comportamiento humano. De hecho, quien más quien menos, puede hacer algo por los demás. He aquí por qué debemos colaborar con sincero amor, y espíritu de entrega. Cada uno con su modo particular de aportar su conciliación, que es constantemente decisiva y determinante. Por ello, el concepto del mundo asume un profundo significado. Más aún, es fundamental para entender el concepto mismo de paz, como la paz del mundo del ser humano. Por tanto, la guerra, antes de ser ajena, es propia del individuo. Es más, si guerra significa destrucción, también la corrupción es un ejemplo de guerra, porque descompone el mundo. Su separación, que se convierte en ofensa, se opone a la creación. Ahora yo me pregunto: ¿he llegado al fin de esta colección de Experiencias de Paz? Puedo decir que sí; aunque sólo ahora es posible ver brillar todas las experiencias precedentes, que se compenetran unas en otras. De este modo, se comienza a comprender en toda su extensión, las causas que originan la guerra. Esto es, el fin de la guerra;
más allá de la justicia tan solo legal.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 101 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.