Restablecer la confianza en un momento inoportuno, nos había unido para siempre. Es decir, no existía el pasado ni el futuro. Estábamos, sin condición. Así, mientras el sol alumbraba en la tierra, nos despertamos a la rutina del día. En pocas palabras, la realidad de la vida se imponía dentro y fuera de entrambos. Pero, ¿cómo explicarlo? De vez en cuando cerraba los ojos e intentaba escuchar las sensaciones que me transmitía el firmamento. Sin embargo, en momentos difíciles, fuera del agua, el fuerte oleaje me abrumaba. Habías nacido de mi silencio. Esto es, contemplando el horizonte ante el abismo, sentía latir el universo dentro de mí. Por tanto, caminábamos con unanimidad, pese a que no corrían tiempos fáciles para nuestro pueblo. Aunque, ¿qué importaba si la gente seguía dormida en las principales metrópolis, pensando en cómo ganar más dinero? Con todo, recordaba la difícil historia de los que se habían atrevido a decir la verdad. No eran letrados ni sabían de qué iba la causa. Simplemente habían sido elegidos para comprender con el corazón. Pues, ¿acaso hay algún hombre o mujer que, si reflexiona, no se siente transportado? ¿No es suficiente? Más aún, si sólo la providencia puede planear una historia como ésta, un canto de amor a los pequeños rompe con toda la lógica del mundo. Al fin y al cabo, en consonancia con una fuerza interior que nace de lo débil, se consigue restablecer la confianza;
en el primer encuentro de la verdad con la vida.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 89 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.