Culture of Peace to drive social change

Vocación y destino

Vocación y destino, como espejo de agua que refleja los rayos de la tormenta, causa en el vacío algo indescifrable. O bien, pese a verse con las manos vacías en medio del mundo, se cuestiona el sentido mismo de la existencia. A fin de cuentas, es a través de las tormentas que se gesta la vocación al amor. En tal caso, la libertad emerge de dentro del agua y desencadena extraordinarios resplandores de liberación personal. Aun cuando por sí sola no genera los valores éticos para lograr la utopía de la paz y de la bonanza en un mundo discutido. En cambio, el cometido acoge y ofrece asilo a las vidas heridas y a los cuerpos maltrechos, les arropa con amor y les abre al horizonte. Es decir, no abandona a los tristes y los marginados en un aislamiento provocado por la desgracia o la injusticia. Por esta razón, la tormenta puede ser requerida como un espacio privilegiado para la búsqueda de la propia armonía y para el encuentro con el verdadero Amor. Lo mismo que el náufrago no la rechaza ni la busca, ni tampoco la siente como un castigo añadido a su desventura. De modo que, desvelado el dolor, el ejercicio del deber exige estar dispuesto a prestar una ayuda afectiva y efectiva, personal y comunitaria, individual e institucional. De tal forma que la participación no se pueda limitar a una prestación puntual y olvidadiza. Esto es, afín a vocación y destino, aprender a discernir dónde y cuándo hay que prestar ayuda;

modelo y estímulo para el ejercicio de la caridad.

Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 79 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.