El duelo y el luto, refleja las costumbres habituales de las personas que lo programan. En ese momento, se invita a los libres de esperanza, a ofrecer un rinconcillo para llorar con la única. Ciertamente, acompañada de los comentarios lastimeros de las mujeres, en ella se subraya la soledad de la madre viuda. Es decir, por medio de esas preguntas tan habituales en las personas que pasan por los momentos de duelo, el orador le da voz: ¿Qué haré? ¿Adónde iré en adelante? Exclamaciones que, sin duda, manifiestan ese deseo imposible de acompañar a su amado más allá del límite de la muerte. Con todo, no es ese el fin del relato, porque, a pesar de su dolor y soledad, se interesa por la suerte de aquellos que son sus amigos. En realidad, eso será una prueba de su amor y de su cercanía. De hecho, ese escenario en soledad es el escenario privilegiado para la revelación de su grandeza de madre. Por ello, en varias ocasiones se retira a solas a un lugar desierto, para no verse desheredada, ni un solo instante, de la suavidad de su afecto. En consecuencia, el retiro no consiste en abandonar la tierra, sino permaneciendo en ella, en observar la justicia y la prudencia. Es más, la soledad elegida voluntariamente, es un bien y un don del amor. En cambio, para el ser humano que todavía es falso y malintencionado, nada gana sino que su alma se confunde. Por tanto, superada la maldad, el duelo y el luto;
evoca un profundo sentimiento de compasión.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 78 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.