Sensibilidades que invitan a cuántos las escuchan, a fijar en ellas la mirada de su corazón. Por ello, quien quiera comprenderlas mejor, ha de saber descubrir su sentido en el Amor. Así, al terminar la travesía, desembocarán en una nueva vida. Es decir, dejando atrás muchas de las seguridades de este mundo, el camino nos indica la verdadera dirección de la vida diaria. En tal caso, la concha del peregrino simboliza las obras buenas en las que se debe perseverar hasta alcanzar el destino. De manera que, para seguir el camino recto, el paso que se da es sencillo y humilde. Sin embargo, pese a que las metáforas están llenas de fuertes exigencias, se trata de discernir, de decidir y de ser generosos en el viaje. Esto hace alusión a los peligros que amenazan al caminante y que hay que afrontar. Es decir, si el enemigo consigue ahogar la señal en nuestra alma, deja al Amor como algo ilusorio y superfluo. Entonces, debemos preguntarnos: si nosotros tenemos que elegir, ¿conocemos la fuerza del amor realmente para oponernos al embaucamiento? Pues, si bien es cierto que el sentido puede más que el absurdo, la última y decisiva palabra la tiene la Vida. Por el contrario, fuera de Ella no hay Amor que cuide de todo, a causa de que su fuerza es el comienzo de la justicia. En este sentido, el justo debe ser humano e indulgente con todos. Al fin y al cabo, son sensibilidades que anuncian lo secreto;
el ser con alegría y decisión.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 71 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.