El Amor y la necesidad unen maravillosamente lo eterno y lo humano. Lo mismo que en sentido figurado, una joven con la cabeza baja sólo piensa en el Amor. Es decir, delicada por fuera pero fuerte en lo que cree por dentro, une su sufrimiento al del Amor para ofrecerlo con confianza. Por tanto, de la fortaleza de su corazón y la debilidad de su cuerpo, nace un niño que manifiesta su alegría en oración mental. De tal forma que puesta su mente en agradarle, realiza numerosos ejercicios de austeridad, de humildad y de caridad, y soporta las contrariedades. Asimismo, como mendiga que al vestirse lujosamente no se envanece, más se humilla al recordar su pobreza. O bien, como agua viva de tan precioso jardín, fecunda con su humildad toda la tierra. Esto es; plantadas todas las flores a su alrededor, la violeta de la humanidad, el lirio de la pureza, y la rosa de la caridad, sobresalen. Por ello, con la claridad de sus virtudes, anuncia la aparición del sol de la justicia. A fin de que cuando la necesidad lo mire, la luz en sus ojos imprima. Entonces, hermosa más que la luna, lo acompaña de sufrimientos para que sea amado por todos cuánto se pueda. Porque, de hecho, ni pueden los que la miran pensar en ella, sin sentirse impulsados a amarla más. Pues, en realidad, herida con su propia herida, protege el amor verdadero y lo alcanza. Igual que llena de caridad socorre las necesidades sin que se lo pidan. En suma, conforme a la caridad que tengamos con nuestro prójimo, el Amor y la necesidad;
ofrecen paz y fuerza para seguir.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 63 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.