Amiga de la soledad, andaba sin fijar los ojos en nadie para andar más segura. Y sin embargo, estaba junto a él desde el principio, como el caminar de una vida coherente. Esto es, porque la luz del amor infinito que la acompañaba en sus retos y sentimientos, la expresaba con letras. Lo mismo que acrisolada por las pruebas de la vida, sentía una experiencia cada vez más profunda, de lo que significa el acercamiento progresivo del amor. En virtud de ello, abierta la verdad, la vida tiene un antes y un después lleno de sentido. Siendo así, ¡qué bien demostró cuán grande era su confianza! Pues habiéndose rebelado los sentidos contra la razón, agradable fue al amor, llevar en la tierra vida de ángel. Por tanto, si su fiel amiga no quería otro bien más que el afecto constante, la pobreza era su consuelo en la tierra. Por esta razón, resolvió en su corazón no poseer nada en el mundo, para no caminar tras cosas perdidas. De modo que diligente en obedecer la resolución, aprendió a amar la pobreza por no contradecirle ni en obras ni en pensamientos. Así, recogida en la soledad, el amor le hablaba y conversaba familiarmente. O bien, dicho en sentido figurado: como una rueda de molino que gira ante cualquier inspiración divina, su alma recibe con prontitud la forma que el amor desea. De modo que en la puesta de sol, siempre está contemplando su voluntad. Por ello, amiga de la soledad;
oye la palabra y la cumple.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 62 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.