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La flor de su vida

La flor de su vida era la más inocente, bella y virtuosa que imaginarse pueda. Hasta el punto que siempre había mostrado respeto y obediencia total, en el tiempo de crianza. Y sin embargo, la corona con la que fue proclamada reina, fue su mismo sufrimiento, mayor que el de todas las flores. Pues, si bien su tallo no fue cortado por acero enemigo, su flor se vio traspasada por el dolor de las espinas. Lo mismo que, como crece la rosa entre aguijones, así, cuanto más crecía, tanto más le atormentaba el acervo dolor del corazón. Y después, ¿qué sucedió? Pues, de oídas dicen, que el tiempo, de ordinario, mitiga el dolor de los que sufren. Aunque, ¿quién puede medir la grandeza del dolor si le despojan de su flor? En tal caso, si el alma es más noble que el cuerpo, tanto más grande fue su dolor que el de todas la flores marchitas. Sin embargo, si no hubo confrontación entre el dolor del cuerpo y el del alma, tomó al pie de la letra, el gran consejo de vivir cada día como si fuera el último de su vida. Dicho esto, por revelación o porque tuvo una especie de presentimiento interior, viendo cuántas tempestades tenía que tolerar su alma, pasó el invierno con lágrimas por amor. Que, si mucho ha sufrido su alma en la tierra, sin comparación mayor es la corona que le tiene preparada el cuerpo en el firmamento. He aquí que entonces la flor le tiende la mano y el tallo se eleva de la tierra al cielo. Por lo que, así también ahora, la flor al lado de la vida;

baja las puertas para tomar posesión de su reino.

Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 58 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.