Los encuentros de paz dan muestra de afecto, paciencia e inmensa cercanía con los amigos. En cualquier caso, el influjo de la avecilla, de su sensibilidad y ternura, ha sido relevante para borrar incontables acusaciones. O dicho en otros términos: su vuelo constituye el principal medio de locomoción para evadir a los opresores. Lo mismo que sus alas de amor la sostienen en la tierra y la transportan al paraíso. De esta forma, su corazón no puede morir o simplemente puede morir de amor. Por lo que, aun gustosa de permanecer en el suelo para resolver tal opresión mundana, siente el ansia de ascender frente a lo alto. Pues si la avecilla no ama otro bien más que el amor, estando éste subido en el árbol, allí está su anhelo y su vida. O bien; teniendo allí todo su amor, allí encuentra toda su paz. Por tanto, para consolar su corazón de tan triste lejanía, anda por los lugares en donde habían estado juntos. Sin embargo, como no encuentra su perfecto descanso bajo el árbol, suspira hacia lo alto como si dijera: ¡Quién me diera alas para volar hacia la rama, en la que brotan las flores y los frutos crecen! ¡Así, la paz que esparce mi corazón en el mundo, dulcificaría el vuelo de una vida breve a una vida eterna! Por lo que no queriendo el Amor aplazar por más tiempo el consuelo de un alma tan bella, al fin la reclama la embajada en la parte alta. De suerte que los encuentros de paz;
unen voluntades en un mismo propósito.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 57 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.