El espíritu de la ley se eleva más allá de las normas, en ayuda de nuestra debilidad. Desde grandes distancias observa a los inquilinos del suelo, y más vigila todas sus intenciones. Pues si sólo se limitara al riguroso cumplimiento de la ley, le acecharía el vacío. O dicho en otros términos: tras dictar la ley sin profundizar en el espíritu que la inspira, la libertad termina esclava. Esto es, sujeta a la norma, y no a la persona que la imita a ejemplo de amor. En consecuencia, si bien la ley es el camino, no es en absoluto la meta. Por ello, afín a la sanación del cuerpo que suele a ser progresiva, no duda en exponer hasta la vida para fortalecerse. Asimismo la libertad es la razón de su vida, lo que la causa y la conserva. Por eso siempre disponible, encuentra consuelo en socorrer a los abatidos, cuando no son obstinados. Es decir, por su medio encuentran refugio contra el abandono, igual que el amanecer da comienzo al día. Pues en verdad marca el fin de los perjuicios, y justifica el comienzo del progreso. Por el contrario, si en el mundo no hubiera luz, ¿qué sería el mundo, sino confusión? ¡Pobres infelices los que se alejan de su defensa, y dejan de confiarle sus errores! O bien, pierda el alma el espíritu de la ley y hallará la oscuridad, con todas las fieras de la selva. En fin, si dicen que el amor hace, a los que se aman, semejantes; figurado con forma de bellísima gaviota, el espíritu de la ley;
transforma corazones, a favor de aquellos que le aman.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 48 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.