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Marina

Marina gobierna embarcaciones, entre las aguas de debajo del cielo. Es decir, como fuente abundante de vida, cuanto más se saca de ella, más se llena. O bien, vestida de belleza y majestad, se cubre con el manto del océano, en la mar salada. Esto es, como la sal que da sabor a los alimentos, dirige a los navegantes, para alejarlos del lugar en el que se han perdido. Entonces, como refugio seguro en todos los peligros de la vida, los conduce a buen puerto. Por ello se dice que mil auxilios penden de ella, en la consecución de la libertad. Pues del mismo modo que los amantes hablan con frecuencia de la persona amada, los marineros procuran elogiarla, con el corazón y los labios. Así, dicen: ¡Oh, dulce marina! Ponte sobre mi corazón para que, en ti y por ti, permanezca fiel a la inmensidad. Concédeme por tu bondad, la destreza de sumar en el número de los que amas, despreciando por tu amor, todas las consolaciones de la tierra. Pues cuentan de ti, que cuando ves a tus hijos en peligro por el bramido de la tempestad, los abrigas en tus entrañas, en virtud de la ley. Mas si es verdadera la sentencia, como yo por verdadera la tengo, todos los náufragos que confían en tu mediación, se salvan. En realidad, desde que diste tu consentimiento en desposarte con el mar, obrador de la justicia contra los piratas cuando es debido; nuestra confianza en ti es grande. Justo fue en ese instante cuando, atenta únicamente en aliviar el sinsabor de los más necesitados, te aclamamos;

Reina del mar de mares.

Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 47 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.