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La voluntad afectuosa

La voluntad afectuosa mira al corazón, pide al corazón y llama al corazón, sin opción a exigir ninguna compensación por laborioso que sea su cometido. Entregada al amor, se da toda en absoluto, con todo lo que posee, y por toda la vida. Que, por fruto y efecto de una gran caridad, se empeña a servirle por sólo la estima de pertenecerle. Pues habiendo sido escogida compañera inseparable de la existencia, se le ha dado por sustancia, los mismos derechos y privilegios que el amor posee por esencia. De modo que, no teniendo ambos más que la misma voluntad y el mismo poder, tienen los mismos súbditos. Como lo sería de honrar a un rey, si para hacerse más perfectamente su súbdito, se hiciese súbdito de la reina. Sin embargo, no es posible encontrar a la eterna y fiel soberana si no se la busca, lo mismo que no se la puede buscar si no se la desea. O bien, dicho en otros términos, la inclinación más fuerte de la voluntad es unirse al amor y, a la vez, la inclinación más fuerte del amor es que se unan a Él por medio de la voluntad. Es decir, el amor y la voluntad están tan íntimamente unidos, que más fácil sería separar a la luz del sol, al calor del fuego. Pues dicen que cuando el amor encuentra la voluntad afectuosa en un alma, entra en Ella para comunicarse abundantemente y protegerla. Así, en fuerza de sus palabras y de su ejemplo, conduce a todos sus súbditos al verdadero hogar. Con todo, emergen muchos enemigos pero también muchas victorias. Tal que, para permanecer amorosa;

combate con una mano y edifica con la otra.

Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 36 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.