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La dama de la justicia

La dama de la justicia balanza cuidadosamente los argumentos de las partes enfrentadas. Sin miedo ni favoritismo, toma decisiones objetivas con los ojos vendados. Es decir, independientemente de la identidad, el dinero, el poder o debilidad, se muestra ciega e imparcial. Si bien su espada indica su capacidad de coerción como medio de convencer sobre su dictamen, el hecho es que sus tratados obran maravillas y sus presentimientos se cumplen a la letra. Sin embargo, prevé que surgirán lobos rapaces y feroces que querrán devorar sus escritos. O bien, en otros términos, alguna de sus páginas se quedará entre los papeles, esperando el momento oportuno de poder revelarse. Pues, si en materia de justicia no hay sabios sino aprendices, con la misma humildad con la que descubre la verdad, escucha, piensa, y reitera lo que se debe de hacer. Por esta razón no hay individuo que, por endurecido que tenga el corazón, no tenga en Ella un ápice de confianza. Ni siquiera hay culpable que a pesar de temerla, no la respete en fuerza de su rectitud y honestidad. Por tanto, si el individuo se deja mandar y depender por Ella, encontrará su libertad y enaltecerá su independencia. Aún así, es esencial gozar de la capacidad de emocionarse, para sentir su amor contenido en un silencio pleno de afectos y empatías. En tal caso, la dama de la justicia revive;

abogada, denunciante y mediadora de todos.

Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 35 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.