Por amor a la pobreza no desestima de sustentarse con el trabajo de sus manos. Como metal derretido dispuesto a tomar cualquier forma, observa y practica este acto de obediencia al que se halla tan dispuesta. Para revelar la vacuidad de los bienes mundanos, prefiere quedar pobre y ofrecer su amor de corazón a poseer jamás cosa alguna. Ya que, siendo este mundo un lugar de méritos, sabe que toda la vida es un continuo ejercicio de paciencia. E, igual que toda decisión conlleva un sacrificio que se ofrece con satisfacción, tan sólo se reserva lo que le basta para vestir y comer moderadamente, racionando sus bienes en limosnas y a los pobres. Pues, si las tempestades llegan de modo imprevisto y violento, solamente a veces se pueden prever. Y, mientras que la multitud reconoce los signos de la tempestad que se avecina y se mantiene alejada del agua, el amor a la pobreza acepta la invitación. Así, mediante el hecho visible del amor, la objeción al acto de confianza es rebatida lo mismo en tiempos de calma que de adversidad. Porque si al inocente lo venden por dinero y al necesitado por un par de sandalias;
la resolución no se revocará.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 15 escrita por Carmen Rafecas. Imagen de Marcello Scotti. Todos los derechos reservados.