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La doncella de Jerusalén

La doncella de Jerusalén se consume en lamentos al ser tan grande el océano como su adversidad. Le ofrecieron ilusiones infundadas y fraudulentas, y no denunciaron su ofensa para que cambiara su suerte. En su muralla derrama sus lágrimas, día y noche, sin tregua en el descanso de sus ojos. Altura hermosa y desconsolada que anhela en la noche, al relevo de la guardia, la compasión del amor celeste. Pues aun rodeada de atalayas de vigía y ciudades amuralladas, no le disparan ni una flecha porque su Amor le hace de escudo. Ternura que hiere y traspasa de tal manera su alma, que nada de su ser queda libre de amor. Ardor y embriaguez en el que se abrasa, tan feliz en sus sueños como en sus vigilias. Ya que, de igual forma que la Luz no se apaga de noche, su Amor está de observación a las puertas de su casa para que tome descanso. Deseo ardiente, en este mismo amor, de hacer semejantes a sí a todos los que le aman y se le acercan. Pues, a fin de revelar las heridas que llagan su corazón, dirige sus pasos a estas ruinas sin remedio;

firme y sin dejar que la vuelvan a someter.

Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 14 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.