Corregir con amor tiene una finalidad didáctica centrada en el amor del niño, no en la conducta. Es un proceso que dura toda la vida y que, por amor, persevera hasta el final. Su corrección, serena y ponderada, tiene como razón de ser la búsqueda del bien y se mantiene firme hasta su aceptación. A diferencia de la rigidez, es una actitud capaz de ponerse en el lugar del otro y adaptar los principios y normas a la madurez del niño. Pues, de igual forma que un niño es el comienzo natural de la vida, ser como un niño es el objetivo de la misma. O bien, si el niño es consciente de que debe de crecer durante toda la infancia, una cosa similar debería de suceder en la vida interior del adulto; comenzando por sí mismo y absteniéndose de usar en desmedida todas las cosas. Ya que, si la acción y la consecuencia están íntimamente relacionadas, ambos deberán reconocer en algún momento sus errores y aceptar en su caso, con naturalidad, las excepciones de la regla. Tratando de evitar las discordias y conflictos, sin hacer frente a los agravios, y buscando continuamente maneras creativas de resolver los problemas. Por lo tanto, si siempre es mejor evitar un conflicto que ganarlo, corregir con amor;
es estar dispuesto a perdonar.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 13 escrita por Carmen Rafecas. Imagen de Marcello Scotti. Todos los derechos reservados.