La experiencia del abandono provoca gran sufrimiento a cualquier edad. Son momentos en los que cada cual se dispersa por su lado y te dejan solo, al igual que un niño cuando nace llora y los que están a su alrededor ríen. Cronológicamente es un tiempo breve pero, a los entristecidos ojos del sufrimiento, se hace muy largo. Sin embargo, cuando el llanto aparece en la vida, ocasiona una esperanza que no defrauda en el amor. Real como el coraje del enfermo y cierto como la valentía de una madre. Después, si alguno lucha contra la opinión equivocada que tenía de sí mismo puede, con amor, tomar un camino justo. Pero, en todo caso, sin violencia y prohibiciones, con un sí que sea sí y un no que sea no, para no caer en resolución. Entonces, ¿Cómo pueden coexistir la verdad y el error y tener el mismo derecho? Pues, del mismo modo que la luz fuerte de un foco nos impide ver cosas menos iluminadas, en la experiencia cotidiana también hay cosas, pequeñas o grandes, que ciegan la visión. Por lo tanto, si no se puede ver más allá que el propio interés, los bajos deseos combaten contra el alma. Mas, en favor de la plena libertad interior, derrotados los propios placeres con la renuncia, la experiencia del abandono;
ilumina los ojos del corazón.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 11 escrita por Carmen Rafecas. Imagen de Joel Lacire. Todos los derechos reservados.