La sed de verdad, como linda expresión convertida en metáfora, le indicaba que su deseo era sincero y veraz. Sin embargo, no podía alcanzar la felicidad mientras que lo que le rodeara no se correspondiera con sus expectativas. Ruptura que le hizo cambiar de país, de amigos, y hasta de relaciones familiares, causada siempre por la misma razón: la desilusión de no encontrar lo que anhelaba. Pues, teniendo el mismo fundamento vital que el hambre, la sed la sentía enseguida y más a menudo. E, igual que un largo proceso natural precede la llegada de un trozo de pan a la mesa, se esforzó en comprender y procuró el sustento perdurable. De repente le llegó un pensamiento inspirado, de igual forma que un pedacito de vida, madura con la buena tierra, la lluvia y el sol. Un pensamiento recurrente, lleno de paz y, dulcemente alentador, que le acercó hasta una nueva luz para que hiciera una elección de vida. O bien: una pregunta directa aun a riesgo de recibir una respuesta dolorosa. Pues, si se interpreta que para creer en alguien primero hay que amarlo, la confianza aumenta y el amor se fortalece. He aquí la razón de por qué la sed de la verdad no encierra misterios incomprensibles;
libre de marcharse, en cambio, permanece.
Colección Experiencias de Paz. Foto con historia número 4 escrita por Carmen Rafecas. Imagen publicada libre de derechos de autor vía pixabay.