Enamorado de la verdad, fue elegido como protector leal de sus tesoros. Con insobornable fidelidad, cumplía su oficio sin sentir las afrentas. Vigilante de lo escondido, discutía la causa y apuraba los hechos. Separándoles, unos de otros, los interrogaba para torcer sus calumnias con la propia confesión. O bien: igual que en la Ley el testimonio de dos es válido, les ajusticiaba con la misma pena tramada contra su igual. Pues, sabiendo que al resbalar en el abismo se toca fondo, solo en ese momento puede comenzar la subida de los cautivos. Ilusión que sorprende antes de conocer el resultado, mientras una hilera de humo blanco asciende hacia lo ilimitado. Simplicidad en la comunicación de decisiones, en acuerdo o desacuerdo, que solo se explica, paradójicamente;
por su trascendencia.
Post escrito por Carmen Rafecas.