Por medio de una estrella, contemplaba la noche, cara a cara. Su luz centelleante, le orientaba y disponía para revelarse a los demás con su vida. Durante el día, escribía historias percibidas de la vecindad y las releía, igual que el que escucha hermosas canciones y las tararea. Pausadamente, fue descubriendo detalles maravillosos que nunca había visto. A simple vista, no le hubiera parecido posible observarlos en una ambiente tan insignificante, cercano al suyo. Y, sin embargo, precisamente allí, al alcance de su mano;
permanecía la verdad, con amor y sin engaño.
Post escrito por Carmen Rafecas.