Una llamada a la vida espera su respuesta, a condición de que haga los cambios necesarios en todos los ámbitos de la existencia. Proceso que implica llorar, crecer y conocer alegrías, pero también el sufrimiento. Porque lo que hay en el mundo, se queda en el mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero, en la vida cotidiana, ¿quién se acuerda de ello?. Por lo tanto, siendo un ser particular, no puede vivir sin comunicarse con el otro. Sueña que logra escapar de la corriente de un río crecido. Y, en un nuevo comienzo, en el que halla su dignidad;
eleva su mente, y le responde.
Post escrito por Carmen Rafecas.