El bienestar de la ciudad exige paz para poder desarrollar sus capacidades, del mismo modo que la guerra conlleva solo destrucción. Aún a costa de la vida, muchos avanzan voluntariamente hacia el sufrimiento, con el deseo de vivir según derecho y justicia. Sus pies están firmes y no vacilan sus pasos. En sus labios no hay engaño al preferir una muerte hermosa a una vida infamia. Y sin temer al verdugo ni desmerecer a sus hermanos;
se acuesta, se duerme, y despierta.
Post escrito por Carmen Rafecas.