El viento cesó y vino una gran calma. Los marineros curtidos en mil tormentas, se alegraron de aquella bonanza. El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba. Siendo rico se hizo pobre, para enriquecerlos con su pobreza. Su abundancia remedió su falta, conduciéndolos al ansiado puerto. De igual modo la abundancia de ellos, remedió, más adelante, la falta de él. Y puesto que el valor no se compra ni se vende, respetando el derecho y practicando siempre la justicia;
no aceptaron soborno alguno, contra el inocente.
Post escrito por Carmen Rafecas.