Más allá de la justicia y del amor, quiso que se le juzgara con imparcialidad, sin toma de posiciones en contra o a favor. Por dicha actitud sus compañeros se pusieron en su contra, y contra toda esperanza, con esperanza, creyó. Al recordar la sentencia de su boca, buscaron continuamente su rostro, siempre dispuesto a intervenir, sin vacilar ni pedir explicaciones. Y al poder comprobar su moderación y apreciar su paciencia;
la ley escudó su pecho y la palabra su corazón.
Post escrito por Carmen Rafecas.