Su única tristeza era causada por el daño que veían cometer. Basándose en círculos sucesivos de divergencia y convergencia, y tras observar y preguntar en cada circunstancia, el sabio lo comprendió mientras que el prudente logró entender. Teniendo en cuenta que la causa era válida solamente en ese preciso momento, ambos vieron la luz al despertar la aurora. Y perdonaron entonces de corazón, para que el odio no pudiera prevalecer;
justificando así la vida y haciéndola posible.
Post escrito por Carmen Rafecas.