De su infancia aurora, de su juventud el despertar, de la plenitud el mediodía, del atardecer, la ancianidad. Y sin apetencia de fama, ni ansia de elogio, ni deseo de aplauso, saluda al sol naciente con su suave cantar. Con alma noble, de sublime belleza y fiel aspirante a la libertad, cada canto suyo añade un rayo al sol, cada huella un camino hacia la eternidad.
El gorrión se olvida de sí mismo, cantando para los demás.
Post escrito por Carmen Rafecas.